Son muchas cosas las que he venido pensando durante el tiempo que llevo de experiencia en protección del Bienestar Familiar. Tantas, que no sé por donde comenzar. Tengo en mente ir sacando lo que vaya haciendo figura. Lo primero que encuentro es mi opinión acerca de las actitudes que toman los defensores de familia y las trabajadoras sociales que llevan varios años de graduadas. A veces, también, algunos directores de instituciones que brindan protección y, en general, los profesionales del ámbito social que llevan varios años de experiencia con el Bienestar Familiar. Hay una forma de pensar y de decir las cosas que se va pegando... Es como un estilo que tiende a condenar y negar toda posibilidad de cambio, un mood cargado de desconfianza en los procesos que desactiva las actitudes personales que facilitan los cambios. Pienso que si una persona no considera apta a otra para aprender, cambiar o desarrollar alguna destreza o condición, por puro ahorro de energía deja de "perder el tiempo tratando con ella". Nadie gasta en lo que no cree.
Y es tanto que estos profesionales cuyas carreras han desarrollado técnicas para aportar condiciones favorables a los cambios positivos en las personas, a pesar de ello, se convierten en otra cosa. Dejan de buscar los cambios y de aportar las condiciones favorables a los mismos y se convierten en una macabra especie de periodistas del malestar, registrando en sus informes las desgracias del país y, a veces, produciéndola y reforzándola, convencidos de que criticar y condenar es lo mejor para cambiar una mentalidad desarrollada durante todo un proceso de vida enfrentando las dificultades económicas y sociales de un país lleno de contrastes en el que la brecha socioeconómica en vez de cerrarse se amplía; una mentalidad que en medio de tantas dificultades ha sido útil para sobrevivirlas. Entonces, la "técnica de choque" como le llaman a lo que hacen con sus actitudes, convencidos de que es lo mejor que pueden hacer, al desconocer todo este recorrido histórico, al negar lo que hay de base en la mentalidad desarrollada por las familias de los estratos socioeconómicos más bajos, según la cual, las cosas que hay que hacer siempre comienzan con frases semejantes a un tímido "voy a ver si puedo...", todas ellas cargadas de frustración y desesperanza. Aquella técnica de choque que no se da cuenta del tan insistido comienzo de frase: "voy a ver si puedo...", en vez de generar un cambio primordial en el proceso, lo que logra, además de rabia, actitudes defensivas y alejamiento por desconfianza en los profesionales, "tan huraños".
Y si la actitud no fuera coherente con toda esa historia de frustración que ha engendrado la mentalidad del "a ver si puedo" -ya que confía en el choque, pero no hace contacto con todo lo que hay en el fondo-, si la actitud no fuera, pues, una especie de complemento de todo ese complejo, una especie de continuación de esa historia de frustraciones y en vez de eso realizara el primer cambio y lograra contacto con todo lo que hay de fondo: la utilidad de esa mentalidad, los intereses de la persona a la que se pretende orientar acerca de las acciones que tiene que efectuar para lograr un integro de sus hijos al núcleo familiar, la historia de frustraciones y dificultades en la que hay tanto victorias como derrotas, los aspectos positivos que hay que reforzar. Si la actitud reconociera estos aspectos y lograra contacto con todo el fenómeno, encontraría menos resistencias y lograría más eficazmente sus objetivos, sin perder la libertad estratégica que un profesional como el defensor de familia necesita para tomar decisiones frente al caso en cuestión.