sábado, 5 de febrero de 2011

Un artículo interesante.

Para tener en cuenta algunas claves que pueden ayudar a sortear las dificultades de tener un jefe narcisista, ya que es muy molesto ser considerado un medio y no un fin en sí mismo. La tendencia en las relaciones personales de una persona narcisista es, pues, la relación que Martin Buber llama yo-ello, la cual es una relación alienada por los intereses personales del narcisista.

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martes, 1 de febrero de 2011

Continuando con la cuestión de las actitudes de los funcionarios encargados de la atención al problema social y familiar que vive Colombia, las cuales como ya dijimos, refuerzan más el problema de lo que lo solucionan, me doy cuenta ahora de que hay algo que concuerda con ello y es la demanda que se le hace al profesional de la salud mental, tanto psicólogo como psiquiatra: "no sé qué va a hacer con ese muchachito, pero está muy rebelde..." y a continuación pide una especie de milagro de la mecánica o de la cibernética: "cámbiemele esa grosería..."

Primero que todo, se nota que el concepto de salud mental subyacente en esa demanda se sintetiza en pasividad, quietud y silencio. Segundo, se considera al niño como un objeto que el profesional de la salud mental va a reparar, y, por lo tanto, se niega toda posible experiencia personal que pueda explicar la necesidad de sus comportamientos diferentes, así como toda posible comprensión de sus necesidades y, además, toda posible autorregulación o tendencia al desarrollo y la salud. De manera que se vuelve a caer en el error de separar el mundo generando dos realidades inconexas. Por un lado, la realidad de los proyectos, las justificaciones, los marcos teóricos, en la cual las personas son formuladas como participantes activas de sus procesos, clientes que deciden y están al tanto de los procedimientos, condiciones y consecuencias, con quienes se debe contar para desarrollar las diversas estrategias contempladas en aquellas hermosas formulaciones teóricas. Por otro lado, la realidad de las acciones, las emociones y miedos, las decisiones administrativas y las palabras arrojadas sin quien se apersone de ellas ni de sus consecuencias, en la cual los implicados no se enteran de las decisiones que los afectan; reduciendo lo personal a lo conductual o interpretando todas las experiencias personales bajo la rancia luz de una sola teoría o vivencia, al mejor estilo de la vecina chismosa de la cuadra... De esa manera, se dice -con pasión casi mística- que el marco teórico de una acción es constructivista (porque la moda del momento en el mundo de los proyectos es el constructivismo), y, al mismo tiempo en el que se está diciendo esto, se está exigiendo al profesional de la salud mental que le haga algo a ese niño para que lo cambie y si no sirve, que lo lleve a urgencias psiquiátricas porque está insoportable. Yo pregunto: ¿dónde está, pues, el tal constructivismo?

Habrá que analizar la manera en que no sólo el constructivismo, sino cualquier escuela, tendencia o episteme se convierten en moda y los estragos que trae este estúpido y triste autoengaño. Será necesario, también, observar la relación entre convertirse en moda y revolverse con las tendencias actuales de los mercados como la Nueva Era, vulgarizándose sin ninguna conciencia de identidad.