El
pensamiento aristotélico ha confundido el mapa con el territorio (Alfred
Korzybski, citado por Martínez )
El
ser no se da nunca a nadie en su totalidad, sino sólo según ciertos aspectos y
categorías (Aristóteles, referido por Martínez ).
Los epígrafes pueden generar una sensación de
contrariedad que aumenta si junto a ellos consideramos otro razonamiento de
Aristóteles, cercano a la sentencia gestáltica sobre el todo como más que la
suma de las partes: lo que está compuesto de algo y se constituye en un todo, conforma
una totalidad (tal como la sílaba no es tan sólo las letras que la conforman o
como los organismos no son sólo los elementos de que están compuestos, ya que
hay algo que se pierde cuando se descomponen en sus partes). Esta totalidad –la
sílaba, por ejemplo- “no es solo las letras, la vocal y la consonante, sino
además algo distinto, y la carne no es sólo fuego y tierra, o bien, lo caliente
y lo frío, sino además algo distinto”. Y este algo distinto no puede ser un
elemento más, sino que se trata de la entidad, la cual es su naturaleza .
Ante esta contrariedad, se podría pensar que para
que Korzybski pudiera decir que se ha confundido el mapa con el territorio tal
vez sería necesario que tales razonamientos fueran infravalorados por los paradigmas
científicos de la modernidad como el empirismo, el mecanicismo y el
positivismo, al mismo tiempo que se dice que estos paradigmas son el pensamiento aristotélico.
Martínez
nos ofrece una mirada a la historia de los paradigmas y nos muestra algunos
procesos de cambio de los mismos, donde se presenta una polarización que se
resuelve en el predominio de una forma de pensar y concebir la realidad, de
acuerdo con la lógica hegeliana: tesis, antítesis y síntesis. Por ejemplo, “los
fisiólogos presocráticos, los pitagóricos y los atomistas” elaboraron una primera
tesis: “una filosofía auténticamente ‘positivista’, subrayando la importancia de una
realidad objetiva y externa y considerando la verdad como algo cubierto que hay
que des-cubrir”. Luego de ellos, los sofistas elaborarían la antítesis al poner
“en primer plano el problema del hombre y el papel que desempeña en el proceso
de conocer” . Y en la síntesis, “cuna
de nuestra cultura occidental”, Martínez ubica a los tres grandes maestros:
Sócrates, Platón y Aristóteles. Un segundo cambio se presenta en el imperio
romano de Adriano, pasando de un pragmatismo principalmente utilitario y casi falto
de teoría a un movimiento “igualmente extremista y radical”, pero opuesto, el
“movimiento de la segunda sofística”. En la Edad Media se radicaliza un
dogmatismo religioso teocéntrico, que trascendió a todos los campos del saber
por la influencia y el poder de la Iglesia, a lo cual se contrapuso el
Humanismo del Renacimiento centrado en “el hombre, su valor, su dignidad e
importancia, al igual que los mejores sofistas griegos” .
La última
de estas posiciones dicotómicas planteada por Martínez,
sucede entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, aunque todavía
se presenta en ciertos ámbitos universitarios. De un “radicalismo extremo en
nombre de la ‘ciencia’ y el ‘método científico’” (en el cual “el empirismo y el
positivismo lógico son sus principales exponentes”), se pasa a un
cuestionamiento sistemático de sus postulados básicos, tanto en la física como
en la psicología, la lingüística, la sociología y la biología.
Otros
autores como Denise Najmanovich
y Plinio Negrete,
hacen una mirada algo diferente. La primera plantea que el pensamiento
occidental ha sido primordialmente dicotómico y que aquello que llamamos
conocimiento se fundamenta en dicotomías que separan lo verdadero de lo
aparente, lo conocido de lo desconocido, lo ideal de lo material, la forma del
contenido, el proceso del producto, y que, con el pensamiento complejo, esta
condición está cambiando. Negrete, en cambio, plantea que en el fundamento
primero de la ciencia moderna puede verse la idea de totalidad (la metafísica de
Aristóteles es un ejemplo) y de la participación del sujeto en el desarrollo
del universo mismo, ya que no era considerado un observador distante o
diferenciado; pero, apunta Negrete, la ciencia llegó a abandonar esta modalidad
de conocimiento en función de varias razones, entre ellas, la conformación de
una epistemología propia de los métodos empiristas y racionalistas, en virtud
de una recién aparecida conciencia de la dualidad. Sin embargo, concluye que la
física moderna ha presentado hechos conducentes a la incorporación de elementos
diferentes y ajenos al paradigma convencional de la ciencia moderna cuya relación
sujeto-objeto obedece a la concepción cartesiana de la dualidad res extensa - res cogitans.
Estas tres
visiones están de acuerdo en que se está dejando de lado una forma de relacionarse
con la realidad en la cual se creía en una objetividad absoluta basada en la
dualidad entre mundo interno (conceptual) y mundo externo (objetivo) y en la que
la percepción de los objetos era correspondiente a los objetos en sí mismos en una
relación directa, confundiendo el mapa con el territorio, como dice Korzybski del
pensamiento aristotélico. Se está pasando a una visión de totalidad en la que
no se pueden comprender las partes sin tener en cuenta el todo.
El modo en
que Aristóteles concebía el conocimiento del ser, el cual se da según ciertas
categorías, y la conformación de totalidades cuya identidad no depende sólo de
la suma de sus partes, recuerda la crítica de los psicólogos gestálticos a la concepción
agregativa de la percepción
y guarda similitud con conceptos como horizonte de donación y situación
hermenéutica propios de Husserl y Gadamer, respectivamente:
De igual
manera que una situación hermenéutica está determinada por preconceptos que el
intérprete aporta, el horizonte está integrado por el ámbito espacio-temporal
que rodea a la experiencia concreta. Comprender un texto o interpretar un
acontecimiento significa haber propuesto preguntas y respuestas interrelacionadas
por un nexo de sentido, que solamente viene dado por el horizonte en el cual
aquellas se plantean, pues el hombre que piensa, habla o investiga se encuentra
en un mundo dado previamente, del que forma parte, del mundo de la vida, de la
historia, de los valores, que constituye el lugar donde se comprende a sí mismo
y a partir del cual propone preguntas y respuestas.
De acuerdo con esto y con el hecho de que tales
nociones hubieran sido desestimadas por la ciencia moderna, en función de la
conciencia de dualidad propia del pensamiento cartesiano , podemos ver en la
fenomenología y en la hermenéutica bases para una nueva visión de totalidad y
totalidades, de que hablan quienes analizan las tendencias epistemológicas
contemporáneas. Y precisamos, también, que fue con la racionalidad moderna y la
dualidad cartesiana que se llegó a confundir el mapa con el territorio, y –siguiendo
a Korzybski- recordamos que no hay que confundir al pensamiento aristotélico
con Aristóteles.
Trabajos citados
Aristóteles. (1994). Metafísica. (T. Calvo,
Trad.) Madrid: Gredos.
Herrera, D. (Enero - Junio
de 2003). Fenomenología y Hermenéutica. Folios: Revista de la Facultad de
Humanidades(17), 7-18. Recuperado el 19 de Agosto de 2013, de Universidad
Pedagógica Nacional - Educadora de Educadores:
http://www.pedagogica.edu.co/storage/folios/articulos/folios17_04arti.pdf
Katz, D. (1961). Psicología
de la forma (Gestaltpsychologie). (J. M. SANCRISTÁN, Trad.) MADRID:
ESPASA-CALPE.
Martínez M., M. (2008). Epistemología
y metodología cualitativa en las ciencias sociales. MÉXICO: TRILLAS.
Najmanovich, D. (2006).
Estética de la complejidad. En P. S. (Presidencia), Implicaciones
filosóficas, epistemológicas y metodológicas de la teoría de la complejidad.
La Habana, Cuba: Artículo presentado en el Tercer Seminario Bienal de
Implicaciones Filosóficas de las Ciencias de la Complejidad.
Negrete, P. (2003).
Relación sujeto-objeto y la teoría mecanicista de la psicología. Acción
Pedagógica, 12(1), 62-66.
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