En poco tiempo en el campo de la educación, me he dado cuenta de varios problemas. Algunos me parecen "culturales" y a otros los llamaría "estructurales"; los primeros tienen que ver con los estilos y maneras de expresar y presentar la realidad, privilegiados en el campo de la educación inicial, donde hay una tendencia a expresar las problemáticas desde el eufemismo, porque esa ha sido la comprensión a que han llegado tanto del constructivismo como del humanismo. Como ejemplo de ello, las devoluciones realizadas a las familias sobre algunas necesidades especiales de tipo cognitivo, emocional o comportamental, las cuales tienen muy buenas intenciones como evitar el etiquetamiento o la estigmatización, pero adolecen de falta de claridad: "el niño prefiere actividades que implican movimientos fuertes y motricidad gruesa", "la niña disfruta principalmente de actividades que requieren motricidad fina". Pero ¿qué esconden estas frases -y otras muchas semejantes-, qué hay detrás para poderlas llamar eufemismos? En el primer caso, se evita comunicar a los padres tanto las dificultades para realizar actividades que implican motricidad fina como la necesidad de modulación de las emociones en su vida cotidiana. En el segundo caso, se evita explicar la importancia de la motricidad gruesa en las posibilidades de socialización y participación con pares. Pero el problema práctico de esta situación no es qué se evita decir, sino qué dificultades no se atienden, qué posibilidades de atención estratégica se pierden, qué respuestas de la familia no llegan a tenerse en cuenta en el proceso de educación inicial...
Estas características "culturales" dan paso a una problemática más estructural del sistema educativo y están conectadas al mismo como un aspecto específico de este complejo problema: la poca articulación en el proceso de transición hacia la educación regular, no tanto en cuanto a lo que a documentación se refiere, sino en cuanto a lo relacionado con la comunicación de los procesos y su continuidad, el papel de las familias en este tránsito y el modo en que la institución educativa a la que llegan niños y niñas recibe la información y ejecuta su parte en este tránsito. Lo que he visto -sin tener un plan de investigación- tan solo como un observador de procesos, historias y testimonios, tan solo como actor de este complejo problema, lo que he visto me habla de desarticulación, de información que se da y no se toma en cuenta, de falta de contacto entre ambas institucionalidades, de desconfianza ante la manera en que podrían manejar la información las instituciones educativas que la reciban, de pérdida de credibilidad en el manejo de la información efectuado por las instituciones de educación inicial; pero sobre todo, hablan de una seria contradicción entre los sistemas pedagógicos propios de ambos entornos, mientras la educación inicial emplea métodos participativos en los que los niños y las niñas tienen un alto grado de libertad para elegir -desde los proyectos educativos hasta los juguetes con los que quieren interactuar-, en la educación regular el enfoque privilegia la disciplina, el orden y el silencio, dejando muy poco espacio tanto para la participación como para la libertad y la espontaneidad.
La pregunta tiene diferentes formas, según la disciplina que la formule: el sociólogo podrá preguntar por las relaciones individuo-sociedad que se favorecen en ambos modelos, la pedagoga podrá interesarse por cuál enfoque será más adecuado para la educación en general, cuáles son las ventajas y desventajas de los mismos o cuáles son los condicionantes históricos y epistemológicos de estos enfoques, desde la psicología también hay muchas preguntas posibles; la mía trata de indagar sobre la manera en que niño o niña experimentan dicho proceso de tránsito, tanto en la familia como en ambos entornos educativos y qué efectos tiene para el desarrollo de competencias sociales como la espontaneidad y de aptitudes para la vida como la creatividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué opinas?