sábado, 5 de octubre de 2013

ARISTÓTELES Y EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO

El pensamiento aristotélico ha confundido el mapa con el territorio (Alfred Korzybski, citado por Martínez )
El ser no se da nunca a nadie en su totalidad, sino sólo según ciertos aspectos y categorías (Aristóteles, referido por Martínez ).

Los epígrafes pueden generar una sensación de contrariedad que aumenta si junto a ellos consideramos otro razonamiento de Aristóteles, cercano a la sentencia gestáltica sobre el todo como más que la suma de las partes: lo que está compuesto de algo y se constituye en un todo, conforma una totalidad (tal como la sílaba no es tan sólo las letras que la conforman o como los organismos no son sólo los elementos de que están compuestos, ya que hay algo que se pierde cuando se descomponen en sus partes). Esta totalidad –la sílaba, por ejemplo- “no es solo las letras, la vocal y la consonante, sino además algo distinto, y la carne no es sólo fuego y tierra, o bien, lo caliente y lo frío, sino además algo distinto”. Y este algo distinto no puede ser un elemento más, sino que se trata de la entidad, la cual es su naturaleza .
Ante esta contrariedad, se podría pensar que para que Korzybski pudiera decir que se ha confundido el mapa con el territorio tal vez sería necesario que tales razonamientos fueran infravalorados por los paradigmas científicos de la modernidad como el empirismo, el mecanicismo y el positivismo, al mismo tiempo que se dice que estos paradigmas son el pensamiento aristotélico. 
Martínez nos ofrece una mirada a la historia de los paradigmas y nos muestra algunos procesos de cambio de los mismos, donde se presenta una polarización que se resuelve en el predominio de una forma de pensar y concebir la realidad, de acuerdo con la lógica hegeliana: tesis, antítesis y síntesis. Por ejemplo, “los fisiólogos presocráticos, los pitagóricos y los atomistas” elaboraron una primera tesis: “una filosofía auténticamente ‘positivista’, subrayando la importancia de una realidad objetiva y externa y considerando la verdad como algo cubierto que hay que des-cubrir”. Luego de ellos, los sofistas elaborarían la antítesis al poner “en primer plano el problema del hombre y el papel que desempeña en el proceso de conocer” . Y en la síntesis, “cuna de nuestra cultura occidental”, Martínez ubica a los tres grandes maestros: Sócrates, Platón y Aristóteles. Un segundo cambio se presenta en el imperio romano de Adriano, pasando de un pragmatismo principalmente utilitario y casi falto de teoría a un movimiento “igualmente extremista y radical”, pero opuesto, el “movimiento de la segunda sofística”. En la Edad Media se radicaliza un dogmatismo religioso teocéntrico, que trascendió a todos los campos del saber por la influencia y el poder de la Iglesia, a lo cual se contrapuso el Humanismo del Renacimiento centrado en “el hombre, su valor, su dignidad e importancia, al igual que los mejores sofistas griegos” .
La última de estas posiciones dicotómicas planteada por Martínez, sucede entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, aunque todavía se presenta en ciertos ámbitos universitarios. De un “radicalismo extremo en nombre de la ‘ciencia’ y el ‘método científico’” (en el cual “el empirismo y el positivismo lógico son sus principales exponentes”), se pasa a un cuestionamiento sistemático de sus postulados básicos, tanto en la física como en la psicología, la lingüística, la sociología y la biología.
Otros autores como Denise Najmanovich y Plinio Negrete, hacen una mirada algo diferente. La primera plantea que el pensamiento occidental ha sido primordialmente dicotómico y que aquello que llamamos conocimiento se fundamenta en dicotomías que separan lo verdadero de lo aparente, lo conocido de lo desconocido, lo ideal de lo material, la forma del contenido, el proceso del producto, y que, con el pensamiento complejo, esta condición está cambiando. Negrete, en cambio, plantea que en el fundamento primero de la ciencia moderna puede verse la idea de totalidad (la metafísica de Aristóteles es un ejemplo) y de la participación del sujeto en el desarrollo del universo mismo, ya que no era considerado un observador distante o diferenciado; pero, apunta Negrete, la ciencia llegó a abandonar esta modalidad de conocimiento en función de varias razones, entre ellas, la conformación de una epistemología propia de los métodos empiristas y racionalistas, en virtud de una recién aparecida conciencia de la dualidad. Sin embargo, concluye que la física moderna ha presentado hechos conducentes a la incorporación de elementos diferentes y ajenos al paradigma convencional de la ciencia moderna cuya relación sujeto-objeto obedece a la concepción cartesiana de la dualidad res extensa - res cogitans.
Estas tres visiones están de acuerdo en que se está dejando de lado una forma de relacionarse con la realidad en la cual se creía en una objetividad absoluta basada en la dualidad entre mundo interno (conceptual) y mundo externo (objetivo) y en la que la percepción de los objetos era correspondiente a los objetos en sí mismos en una relación directa, confundiendo el mapa con el territorio, como dice Korzybski del pensamiento aristotélico. Se está pasando a una visión de totalidad en la que no se pueden comprender las partes sin tener en cuenta el todo.
El modo en que Aristóteles concebía el conocimiento del ser, el cual se da según ciertas categorías, y la conformación de totalidades cuya identidad no depende sólo de la suma de sus partes, recuerda la crítica de los psicólogos gestálticos a la concepción agregativa de la percepción y guarda similitud con conceptos como horizonte de donación y situación hermenéutica propios de Husserl y Gadamer, respectivamente:
De igual manera que una situación hermenéutica está determinada por preconceptos que el intérprete aporta, el horizonte está integrado por el ámbito espacio-temporal que rodea a la experiencia concreta. Comprender un texto o interpretar un acontecimiento significa haber propuesto preguntas y respuestas interrelacionadas por un nexo de sentido, que solamente viene dado por el horizonte en el cual aquellas se plantean, pues el hombre que piensa, habla o investiga se encuentra en un mundo dado previamente, del que forma parte, del mundo de la vida, de la historia, de los valores, que constituye el lugar donde se comprende a sí mismo y a partir del cual propone preguntas y respuestas.
 De acuerdo con esto y con el hecho de que tales nociones hubieran sido desestimadas por la ciencia moderna, en función de la conciencia de dualidad propia del pensamiento cartesiano , podemos ver en la fenomenología y en la hermenéutica bases para una nueva visión de totalidad y totalidades, de que hablan quienes analizan las tendencias epistemológicas contemporáneas. Y precisamos, también, que fue con la racionalidad moderna y la dualidad cartesiana que se llegó a confundir el mapa con el territorio, y –siguiendo a Korzybski- recordamos que no hay que confundir al pensamiento aristotélico con Aristóteles.

Trabajos citados

Aristóteles. (1994). Metafísica. (T. Calvo, Trad.) Madrid: Gredos.
Herrera, D. (Enero - Junio de 2003). Fenomenología y Hermenéutica. Folios: Revista de la Facultad de Humanidades(17), 7-18. Recuperado el 19 de Agosto de 2013, de Universidad Pedagógica Nacional - Educadora de Educadores: http://www.pedagogica.edu.co/storage/folios/articulos/folios17_04arti.pdf
Katz, D. (1961). Psicología de la forma (Gestaltpsychologie). (J. M. SANCRISTÁN, Trad.) MADRID: ESPASA-CALPE.
Martínez M., M. (2008). Epistemología y metodología cualitativa en las ciencias sociales. MÉXICO: TRILLAS.
Najmanovich, D. (2006). Estética de la complejidad. En P. S. (Presidencia), Implicaciones filosóficas, epistemológicas y metodológicas de la teoría de la complejidad. La Habana, Cuba: Artículo presentado en el Tercer Seminario Bienal de Implicaciones Filosóficas de las Ciencias de la Complejidad.
Negrete, P. (2003). Relación sujeto-objeto y la teoría mecanicista de la psicología. Acción Pedagógica, 12(1), 62-66.



martes, 16 de abril de 2013

Necesidades de investigación en la educación inicial.

En poco tiempo en el campo de la educación, me he dado cuenta de varios problemas. Algunos me parecen "culturales" y a otros los llamaría "estructurales"; los primeros tienen que ver con los estilos y maneras de expresar y presentar la realidad, privilegiados en el campo de la educación inicial, donde hay una tendencia a expresar las problemáticas desde el eufemismo, porque esa ha sido la comprensión a que han llegado tanto del constructivismo como del humanismo. Como ejemplo de ello, las devoluciones realizadas a las familias sobre algunas necesidades especiales de tipo cognitivo, emocional o comportamental, las cuales tienen muy buenas intenciones como evitar el etiquetamiento o la estigmatización, pero adolecen de falta de claridad: "el niño prefiere actividades que implican movimientos fuertes y motricidad gruesa", "la niña disfruta principalmente de actividades que requieren motricidad fina". Pero ¿qué esconden estas frases -y otras muchas semejantes-, qué hay detrás para poderlas llamar eufemismos? En el primer caso, se evita comunicar a los padres tanto las dificultades para realizar actividades que implican motricidad fina como la necesidad de modulación de las emociones en su vida cotidiana. En el segundo caso, se evita explicar la importancia de la motricidad gruesa en las posibilidades de socialización y participación con pares. Pero el problema práctico de esta situación no es qué se evita decir, sino qué dificultades no se atienden, qué posibilidades de atención estratégica se pierden, qué respuestas de la familia no llegan a tenerse en cuenta en el proceso de educación inicial...

Estas características "culturales" dan paso a una problemática más estructural del sistema educativo y están conectadas al mismo como un aspecto específico de este complejo problema: la poca articulación en el proceso de transición hacia la educación regular, no tanto en cuanto a lo que a documentación se refiere, sino en cuanto a lo relacionado con la comunicación de los procesos y su continuidad, el papel de las familias en este tránsito y el modo en que la institución educativa a la que llegan niños y niñas recibe la información y ejecuta su parte en este tránsito. Lo que he visto -sin tener un plan de investigación- tan solo como un observador de procesos, historias y testimonios, tan solo como actor de este complejo problema, lo que he visto me habla de desarticulación, de información que se da y no se toma en cuenta, de falta de contacto entre ambas institucionalidades, de desconfianza ante la manera en que podrían manejar la información las instituciones educativas que la reciban, de pérdida de credibilidad en el manejo de la información efectuado por las instituciones de educación inicial; pero sobre todo, hablan de una seria contradicción entre los sistemas pedagógicos propios de ambos entornos, mientras la educación inicial emplea métodos participativos en los que los niños y las niñas tienen un alto grado de libertad para elegir -desde los proyectos educativos hasta los juguetes con los que quieren interactuar-, en la educación regular el enfoque privilegia la disciplina, el orden y el silencio, dejando muy poco espacio tanto para la participación como para la libertad y la espontaneidad.

La pregunta tiene diferentes formas, según la disciplina que la formule: el sociólogo podrá preguntar por las relaciones individuo-sociedad que se favorecen en ambos modelos, la pedagoga podrá interesarse por cuál enfoque será más adecuado para la educación en general, cuáles son las ventajas y desventajas de los mismos o cuáles son los condicionantes históricos y epistemológicos de estos enfoques, desde la psicología también hay muchas preguntas posibles; la mía trata de indagar sobre la manera en que niño o niña experimentan dicho proceso de tránsito, tanto en la familia como en ambos entornos educativos y qué efectos tiene para el desarrollo de competencias sociales como la espontaneidad y de aptitudes para la vida como la creatividad.


sábado, 2 de febrero de 2013

NUEVO CICLO (Prodromo)

Esta nave comienza a llevarnos a costas inusitadas. Es el momento de explorar y apearnos de la nave de los locos para llevar algo de la claridad de la locura en cada paso que damos por esta tierra desconocida.

Nuestras antorchas están encendidas y nuestros ojos están ávidos de hallazgos. Pero nuestro andar no es ya el mismo que nos movía hace unos años cuando comenzábamos esta deriva de locos, poetas y profetas. Hemos pasado por los mares de teorías existenciales, hemos atravesado canales y estrechos metodológicos, hemos descansado en remansos de actividades vivenciales y experiencias con el cuerpo, el movimiento, las artes gráficas y musicales. Hemos estado en silencio y hemos sorteado tormentas y corrientes, vientos a favor y vientos en contra. Y en este instante del viaje, nuestra barca encuentra un sitio donde podamos descender y establecernos. Nos parece algo venturoso este encuentro y descendemos con nuestra barca bien asegurada, ningún loco quiere dejar de ser tan loco como para dejar de explorar. Decía que nos parece venturoso y provechoso porque ya se divisaban nubarrones de tormentas capaces de aniquilarlo todo a su paso, nubarrones que van borrando lo que ven diferente, fortaleciéndose con los escombros. 

Ahora, entonces, descendamos de esta nave de los locos pero nunca la olvidemos. Nunca se sabe cuándo habrá que volver a zarpar.